Galería

El hecho escultórico tiene en mí un proceso de búsqueda y transformación. Tanto en mi obra laica, por definirla de alguna manera, como en la religiosa parto desde un mismo punto: la aprehensión del movimiento latente en la forma interior de la materia (barro, piedra, hierro, madera…) comprimiendo ese volumen en una nueva forma en el espacio e intentando que su vida interior persista. Este camino se bifurca cuando la obra se ha de consumar como pieza religiosa. En este caso, se le suma la dificultad de que la pieza ha de transcender. Ha de ser una imagen que sirva de puente entre el observador, que es el creyente, y lo espiritual. Entonces la obra toma sentido por sí sola. Esa orfandad de hacedor hace que el espectador tome parte de la obra en sí, proyectando en ella sus anhelos.

El hecho escultórico tiene en mí un proceso de búsqueda y transformación. Mi obra es el intento de aprehensión del movimiento latente en la forma interior de la materia (barro, piedra, hierro, madera…) para después apretar y comprimir ese volumen en una nueva forma en el espacio e intentando que su vida interior persista. Esa existencia es ( para mí se define como un movimiento- tiempo) lo  inherente e intrínseco a cada forma y que la define como tal.

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